sábado, 24 de abril de 2010

EMBOSCADA A EMILIANO ZAPATA


«Es mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado». Emiliano Zapata

Emiliano Zapata Salazar nació el 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco, Morelos y falleció el 10 de abril de 1919 en Chinameca, Morelos. Conocido como el Caudillo del Sur, fue uno de los líderes militares más importantes durante la Revolución mexicana, comandó un importante ejército durante la revolución, el Ejército Libertador del Sur. Hijo de Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, y formó parte de una familia campesina.

Emiliano Zapata es elegido, por la junta revolucionaria del sur en 1911, nuevo jefe revolucionario-maderista del sur. Las reivindicaciones zapatistas contenidas en el Plan de Ayala, que suponían una reforma agraria radical (La tierra es de quien la trabaja), fueron inaceptables para los sucesores de Porfirio Díaz. Lo mismo se puede decir de Francisco León de la Barra quien, haciendo uso de su facultad de presidente, encabezó diversos enfrentamientos políticos y armados con el jefe suriano, e incluso del mismo Francisco I. Madero.

Zapata se negó a desarmar a sus tropas, según lo acordado por los Tratados de Ciudad Juárez, sin que antes se realizara el reparto de las haciendas del Estado.
El 25 de noviembre de 1911 Zapata lanzó el Plan de Ayala, redactado por Otilio E. Montaño, documento que se convertiría en su estandarte y en el fiel ejemplo de la ideología de los campesinos morelenses. En él se exigía la redención de los indígenas y la repartición de los latifundios otorgados durante el porfiriato. A la muerte de Madero, lucho en contra de Victoriano Huerta, después desconoció al gobierno de Venustiano Carranza, quien le ordeno al Gral. Pablo González eliminar a Zapata, este acertó al mandar al coronel Jesús Guajardo para que se le rindiera y uniera a Zapata en la hacienda de Chinameca, lugar donde traiciono y asesino al Gral. Zapata.

Se presentan a continuación cómo se sucedieron los acontecimientos con la muerte de Zapata.

A las 14:10 horas, Emiliano Zapata se presentó en la puerta de la hacienda, en una de cuyas piezas tenían a Feliciano Palacios. Al aproximarse Zapata a la hacienda, una banda de guerra formada tocó llamada de honor y, sin terminar ésta, una trompeta tocó a fuego. Como los soldados presentaban armas al pasar el General Zapata, el primero en disparar fue el centinela y a continuación siguieron las descargas que hacían en su contra. Zapata quiso sacar la pistola en los últimos momentos que le quedaban de vida y, tratando de dar media vuelta, el caballo arrojó su cadáver al suelo. A su lado quedó su fiel asistente Agustín Cortés, y dentro de las habitaciones de la hacienda quedó el infortunado Feliciano Palacios que fue asesinado también en el momento en que caía Zapata.

Las descargas de fusilería se convirtieron en mortífero fuego general contra los zapatistas desde los puestos en que los federales se encontraban apostados. Bajo el cerrado fuego de fusilería, ametralladoras y bombas que simultáneamente estallaban, las despavoridas fuerzas zapatistas huían sin saber lo que había pasado y tratando de ponerse a salvo del furioso ataque de que fueron víctimas.
Una vez fuera del alcance de los proyectiles, comenzaron a reunirse para conocer las causas del ataque. Los mismos que iban atrás de Zapata informaron la funesta noticia de la muerte de su jefe.

El parte oficial de Guajardo dice que quedaron muertos Emiliano Zapata, Zeferino Ortega y otros generales habiendo causado bajas, entre muertos y heridos, como 30 hombres, que no fue posible identificar. Guajardo aseguró que él personalmente hizo fuego en contra de Palacios, Bastida y Castrejón, a los que mató en el acto. Posteriormente, se ha podido comprobar que ni Zeferino Ortega ni Gil Muñoz Zapata fueron sacrificados en aquella ocasión.

Después de este artero ataque se procedió a levantar los cadáveres y se dispuso que se persiguiera al enemigo por todos los rumbos hasta dispersarlo completamente, haciendo gran número de bajas entre muertos y heridos.

Con el objeto de conducir el cadáver de Zapata, se tocó botasilla y, media hora más tarde, a las 16 horas del jueves 10 de abril de 1919, Guajardo salió de la hacienda de Chinameca con la fuerza a su mando, rumbo a Cuautla, a donde llegó a las 21:10 horas, haciendo entrega del cadáver al General Pablo González.

El cadáver de Zapata lo llevaban amarrado al lomo de una mula, y cuando llegaron a las puertas de Cuautla, adelantándose Guajardo adonde estaba Pablo González, le informó: -Mi general, sus órdenes han sido cumplidas.

El cuerpo del caudillo agrarista fue exhibido en Cuautla, donde tenía su cuartel general Pablo González, y Guajardo, como premio a su traición, recibió una recompensa en metálico y fue ascendido a general.

LA MUERTE DEL PRIMER EMPERADOR DE MÉXICO


LA MUERTE DEL PRIMER EMPERADOR DE MÉXICO

Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu o Agustín I de México (27 de septiembre de 1783 en Morelia, Michoacán- 19 de julio de 1824 en Padilla, Tamaulipas) Durante la primera época de la guerra por la independencia de México, Iturbide combatió a los insurgentes mexicanos como parte del ejército real español. Posteriormente, pactó con Vicente Guerrero, jefe de los independentistas en la Sierra del Sur. Presidió como Regente el primer gobierno independiente mexicano en 1821, y en julio de 1822 fue proclamado Emperador con el nombre de Agustín I de México. En febrero de 1823, aprobó el Reglamento Político Provisional del Imperio, mismo que no fue reconocido por un sector del ejército, por lo que estalló la revolución en su contra, acaudillada por el General Antonio López de Santa Anna, mismo que proclamó el Plan de Casamata o de Veracruz, al cual se unió Guerrero, estando ambos contra el Imperio establecido. Iturbide se vio obligado a renunciar, el 20 de marzo siguiente. Se dirigió a Veracruz y se embarcó a Europa. El Congreso que él mismo había disuelto lo declaró en abril de ese año, traidor y fuera de la ley. Sin embargo, no cedió Iturbide en su empeño de regresar a México y reconquistar el trono que tan hábilmente había creado y ocupara, con acuerdo de sus seguidores.

El 29 de junio de 1824, Agustín de Iturbide regreso a México en el barco el Spring llegó a la bahía texana de San Bernardo, después se dirigió a Tampico el 1 de julio. Las corrientes marinas lo obligaron a desembarcar en Soto La Marina, en el recientemente creado estado de Tamaulipas. Iturbide envió a polaco de nombre Beneski para que se pusiera en contacto con el general Felipe de la Garza, comandante general de las Provincias Internas de Oriente. De la Garza simuló ser partidario de Iturbide y respaldar su regreso al país.

El 17 de julio el libertador desembarcó del navío y acudió con De la Garza. Después de la entrevista que sostuvieron, fue apresado y escoltado hasta un pueblo cercano llamado Padilla, en donde la legislatura de Tamaulipas había estado sesionando los últimos tiempos. Dos días más tarde, De la Garza se reunió con siete de los once legisladores que estaban presentes y dos sustitutos. Un total de nueve miembros sentenciaron a Iturbide a la pena capital, acatando lo dispuesto por la ley federal del 28 de abril que proscribía su regreso al país por considerarlo traidor y fuera de la ley.

En un aposento que daba a la plaza principal, una veintena de hombres. custodiaba a Iturbide. En la tarde del 19 de julio escribió una carta al Soberano Congreso de México, en la que pedía que se le explicara qué crimen había cometido para merecer ese castigo. Gordiano del Castillo, ayudante de De la Garza, sólo le informó que a las 6 de la tarde sería pasado por las armas. Además redactó otra carta dirigida a su esposa Ana en donde le decía: “La legislatura va a cometer en mi persona el crimen más injustificado: acaban de notificarme la sentencia de muerte por el decreto de proscripción; Dios sabe lo que hace y con resignación cristiana me someto a Su sagrada voluntad”.

Un sacerdote, que al mismo tiempo presidía la legislatura de Tamaulipas, le administró los sacramentos a Iturbide. Éste, a su vez, le pidió al cura que entregara la carta a su esposa; a su hijo mayor le dejó su reloj y su rosario.
El libertador de México fue llevado a la plaza en donde sería ejecutado: miró a todos lados, pidió un vaso con agua y distribuyó entre el pelotón de fusilamiento tres onzas y media de oro que llevaba. Después de que sus ojos fueron vendados y sus manos atadas, sólo exclamó con voz fuerte y firme: “¡Mexicanos! Muero con honor, no como traidor; no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha; no soy traidor, no…”

Rezó el credo, besó un crucifijo e hizo acto de contrición. Enseguida fue puesto de rodillas y cuatro hombres le dispararon, pero sólo tres balas lo alcanzaron: una, mortal, dio en la parte izquierda de la frente; otra en el costado izquierdo, entre la tercera y cuarta costillas; la tercera penetró en el lado derecho del rostro, junto a la nariz. Al momento de su ejecución tenía 40 años de edad.

Años más tarde, el general Manuel Mier y Terán se hospedó en las habitaciones en las que Iturbide había sido apresado en Padilla. Se sentía perturbado por el caso texano, por la posible pérdida de este territorio y por su derrota como candidato a la Presidencia de la República. Presa de una profunda depresión, precipitó su muerte el 3 de julio de 1832: en la plaza del pueblo, frente al sitio donde se ejecutó al ex emperador, dejó caer su cuerpo contra su espada, quitándose la vida. En acato a sus deseos fue sepultado junto a los restos del libertador.
EPITAFIO EN LA TUMBA DE AGUSTIN DE ITURBIDE.
Agustín de Iturbide
Autor de la Independencia mexicana
Compatriota, llóralo.
Pasajero, admíralo.
Este monumento guarda las cenizas de un héroe.

EL SUPREMO ARTILLERO


Felipe de Jesús Ángeles Ramírez. Nació en Zacualtipan, Hidalgo, el 13 de junio de 1868. Fue hijo de Felipe Ángeles, un coronel que combatió contra las invasiones de los estadounidenses en 1847 y de los franceses en 1862, y de Juana Ramírez. Estudio en el Colegio Militar de Chapultepec. Egresó en 1892 con el grado de Teniente de Ingenieros. Desde muy joven fue profesor sobresaliente del Colegio Militar, del Colegio Militar de Aspirantes, de la Escuela Nacional Preparatoria y de la Escuela de Tiro, de la que más tarde fue director. El 25 de noviembre de 1896, se casó con Clara Craus, estudio artillería en Estados Unidos y en Europa, al estallar la revolución mexicana, Ángeles le pidió mando de tropas al Gral. Porfirio Díaz para luchar en contra de los insurrectos lo cual le fue negado. Al triunfo de Madero, este lo nombro director del Colegio Militar, después ante la rebelión de Zapata, Ángeles dirigió la campaña con gran eficacia en contra del caudillo sureño, al estallar la Decena Trágica en febrero de 1913, Ángeles presto sus servicios a Madero al cual se mantuvo leal y una vez consumada la traición de Huerta fue aprendido junto con Madero y Pino Suárez, a la muerte de estos dos, es desterrado en Europa, pero vuelve al lado de Carranza quien lo comisiona en apoyo de Villa, manejando la artillería de la división del norte, se destaco en las batallas de Torreón y Zacatecas, durante la Convención derroto a las tropas carrancistas en Ramos Arizpe Coahuila, en 1915, pero al ser derrotada la División del Norte por las tropas de Obregón huye a Estados Unidos, en 1919 regresa con el plan de unificar a los rebeldes en contra de Carranza, pero es capturado y juzgado en el teatro de los Héroes en la ciudad de Chihuahua donde por ordenes de Carranza no se le da el indulto:

"ENTERADO DEL CONSEJO DE GUERRA QUE JUZGARA A FELIPE ANGELES. CUMPLACE EN TODO CON LA LEY, SIN ADMITIR INFLUENCIAS DE NINGUNA ESPECIE NI EN FAVOR NI EN CONTRA DEL REO, SALUDOLO AFECTUOSAMENTE. VENUSTIANO CARRANZA"

Es condenado a muerte, un día antes de que se cumpliera su sentencia le escribió a su esposa:

“Adorada Clarita: Estoy acostado descansando dulcemente. Oigo murmurar la voz piadosa de algunos amigos que me acompañan en mis últimas horas. Mi espíritu se encuentra en sí mismo y pienso con afecto intensísimo en ti. Hago votos fervientes porque conserves tu salud. Tengo la más firme esperanza de que mis hijos sean amantísimos para ti y para su patria. Dile que los últimos instantes de mi vida los dedicare al recuerdo de ustedes y les enviare un ardentísimo beso. Felipe Ángeles”. Recibió la muerte la mañana del 26 de noviembre de 1919, sin saber que su adorada Clarita, nunca pudo leer la carta. El destino se lo impidió, pues ella también murió sin saber la suerte que corrió su marido.

Antes del fusilamiento escribió su legado revolucionario: “La sangre de los mártires fecundiza las buenas causas”.

Otra frase que lo destaca es la plegaria que siempre le diría a Francisco Villa: "LA REVOLUCION SE HIZO PARA LIBRARNOS DE LOS AMOS, PARA QUE VUELVA EL GOBIERNO A MANOS DEL PUEBLO Y PARA QUE ESTE ELIJA EN CADA REGION A LOS HOMBRES HONRADOS, JUSTOS, SENSATOS Y BUENOS QUE CONOZCA PERSONALMENTE Y LOS OBLIGUE A FUNGIR COMO SIRVIENTES DE SU VOLUNTAD EXPRESADA EN LAS LEYES Y NO COMO SUS SEÑORES" GENERAL FELIPE ANGELES.

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